El Foro de la Familia, respaldado por la Conferencia Episcopal Española y el principal grupo político de la oposición, el Partido Popular (PP), ha convocado para mañana sábado 18 de junio una manifestación contra el matrimonio entre homosexuales, la tercera marcha en tres semanas dirigida expresamente, aunque no oficialmente, contra la política del Gobierno socialista. En el propio lema de la cita se expresa la disparidad entre el llamamiento de pancarta, “la familia sí importa”, y la proclama justiciera, nunca mencionada pero asumida, que en este caso es protestar contra la igualdad de derechos entre personas con opciones sexuales “diferentes” a las de la media.
A determinados sectores siempre les sienta bien el doble lenguaje: así se hace llegar la idea deseada transmitiendo un mensaje camuflado. Digamos que como maestros de agitprop, a los bolcheviques de antaño los alumnos les salieron rana. Y en esas estamos. Los sectores conservadores, que por abreviar llamaremos los con, tapan así con la desvergüenza de su manipulación lo vergonzante de sus propuestas. Es decir, son sinvergüenzas con vergüenza. Porque, que nadie se lleve a engaño, a estas alturas, y en esta sociedad, sólo pueden convocar una marcha contra los matrimonios homosexuales quienes, antes de que la no discriminación fuera un bien políticamente correcto, defendían a capa y espada la más voraz de las homofobias. Porque los besos entre hombres y hombres, y entre mujeres y mujeres, son pecado, decían, piensan, y como pecado hay que tratarlo: eliminándolo de la faz del planeta.
Los con son quienes dicen sufrir por las injusticias, y a la hora del consuelo aplican la resignación, arrodíllate hijo, y perdona para hacerte perdonar; y si me apuras, virgencita que me quede como estoy. Su recetario, claro, es otra cosa: mirar para otro lado. Doble lenguaje, una vez más; raciones de sinvergüenza con vergüenza. Con el asunto homosexual, más de lo mismo: que cada cual viva y haga lo que quiera, que para eso el hombre es libre, dijo Dios, dice Dios, pero que no le llamen matrimonio. Descifrando, entendiéndonos: es una cochinada que dos hombres, dos mujeres, se besen, se palpen, se toquen y se lleven al orgasmo, qué indecencia más grande que quieran los mismos derechos. El amor, ¿y el amor? El amor es lo de menos, y por si alguien pregunta, respuesta prefabricada: el amor verdadero se da en la familia, y la familia verdadera es aquella en la que hay una figura paterna y otra materna. Rebatir semejante argumentario supone un esfuerzo prohibitivo. Es como tratar de rebatir un auto de fe. Quizá, por eso, la manifestación cuenta con el apoyo del episcopado.
España comenzó a desperezarse hace 30 años del alma de rosario y de pecado diario, como canta el argentino Rafael Amor en “El loco de la vía”. Y mañana sábado, su capital se convertirá en la capital mundial de la familia, afirman los organizadores; en la capital mundial de la homofobia, entienden los “locos de la vía” para quienes la igualdad de derechos no está condicionada por el color de piel, las ideas políticas o las opciones sexuales. Claro que la homofobia vergonzante de los con, sinvergüenzas con vergüenza, es igual que su racismo vergonzante: “no me importa que vengan, pero que se adapten”. No hay mayor racista que quien comienza disculpándose, “yo no soy racista pero…”. Con la homofobia sucede igual. No corren tiempos para mostrarse escandalizado porque dos hombres, dos mujeres, se besen, se palpen y se amen; pero sí, parece ser, para pensarlo, y para disfrazar ese inmovilismo sexual —y afectivo— con proclamas a favor de la familia.
1 comentario:
No suelo comentar nada en los blog, pero te felicito por lo que dices, un saludo
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